En los caminos polvorientos de Castilla-La Mancha, cuando las plazas se transformaban en escenarios y los aplausos eran el eco de la alegría popular, surgía una figura inolvidable: El gran Paulino, cómico de la legua en su juventud.
Antes de que existieran grandes producciones o escenarios digitales, Paulino recorría con su compañía los pueblos de Toledo y sus alrededores—Cebolla, Illán de Vacas, Olías del Rey—llenando de risas improvisadas los rincones más humildes. Actuaba en calles, salones parroquiales o incluso en teatros como el Cervantes de Campo de Criptana o el Lope de Vega de Manzanares.
Su humor era auténtico, costumbrista, lleno de picardía, pero siempre con el alma puesta en el público. Para muchos, Paulino no solo fue actor, fue un puente entre la tradición oral, la risa popular y la esperanza que llega en forma de función.
Hoy, su legado vive en los recuerdos de quienes compartieron escenario o lo vieron actuar bajo las estrellas. Homenajearlo es honrar el alma del teatro itinerante, del arte hecho con pasión y sin escenario fijo. ¡Bravo por ti, gran Paulino!
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